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HAZ LO QUE PUEDES CON LO QUE TIENES

Les voy a contar algo que no estaba muy segura de compartir acá hasta hace algunos días, pero hoy a la tarde me cayó una ficha importantísima y es por eso que decidí hacerlo.

Como muchos saben (si son lectores fieles del blog, que se que hay varios) hace cinco semanas regresé de New York. Si bien Buenos Aires me recibió con muchísimo trabajo acumulado, cosa que estuvo buenísima porque me ocupó la cabeza, ya que no me daba tiempo de pensar que se me habían terminado las vacaciones y que aterrizaba de manera muy violenta de vuelta en la realidad, también me generó un stress y una depresión horrendas.


Ustedes saben que siempre trato de mirar el lado bueno de la vida, de las situaciones y de las cosas. Y saben también que cuanta situación fea que me cruzo en la vida, la trato de transformar en una experiencia positiva y hasta lo comparto en este blog ¿Por qué? Porque aunque me cueste horrores, trato y me esfuerzo por ser feliz. Si. Leyeron bien. Me cuesta horrores ser feliz.

L dice que la felicidad total no existe. Que no se puede ser 100% feliz todos los días de nuestras vidas. Para él, la felicidad se encuentra en algunos instantes que aparecen esporádicamente a lo largo del día. Pero dice que no existe una persona que se sienta feliz todo el día, todos los días de su vida. Cosa que por supuesto yo le discutía a muerte y le decía que sí debe haber gente que sea feliz siempre y que yo quería ser una de esas personas, ya que nunca he sido realmente feliz durante mas de un par de días. Sin importar la cantidad de cosas buenas que me pasen en un día, al día siguiente me voy a sentir vacía y lo que me hizo feliz el día anterior, ya no cuenta.

Como se imaginarán me sentía como un hámster en una rueda corriendo atrás de la felicidad. Y obviamente no la iba a alcanzar nunca, pues el hámster por más que corra más de 100 km sobre esa rueda, nunca se mueve del mismo lugar. Fue así como la semana pasada, sintiendome como un hámster (porque además de correr al divino botón, también me la paso encerrada en mi casa trabajando) estallé en llanto dos veces culpando a L de todo lo que estoy sintiendo y de todo lo que me pasa. Porque siempre es más fácil echarle la culpa a otro, ¿no? En esas dos ocasiones lo culpé de mi soledad, lo culpé de mi infelicidad, lo culpé por no tener tiempo para mi, lo culpé por mi ineptitud social, lo culpé por no querer tener hijos, en fin.. sólo me faltó culparlo del problema que tengo en mi oído derecho desde hace más de un mes. En definitiva, le eché la culpa de todo lo que anda mal en mi vida y obviamente todo ese cargamento de culpa derivó en discusiones, planes de separación, frustración, etc. Después de un par de charlas la cosa se calmó, pero esta mañana volví a estallar en llanto y frustración (a solas, L no estaba) por algo tan estúpido, que pasado un rato, de verdad me dieron ganas de abofetearme a mi misma.


Les pinto la situación: Soy una persona obsesiva y psicorrigida con el orden, la limpieza y la decoración. Hace cuatro años me mudé al departamento de dos ambientes donde vivo ahora y hace cuatro años que vengo luchando para que lo pintemos, porque hace siete años que no se pinta. Si, cuando me mudé me lo entregaron sin pintar. ¿Por qué lo acepté? Porque fue el primer departamento que logré alquilar en Buenos Aires sin que me pidieran una fortuna u ochocientos mil meses por adelantado por ser extranjera y también porque llevaba seis años en la lucha, viviendo en departamentos compartidos o en alguna habitación que alquilaba. ¿Por qué no lo pinté antes de mudarme? Porque tenía que dejar el otro lugar donde vivía el mismo día que me entregaban las llaves de este departamento. ¿Por qué no lo pinté recién me mudé? Porque en su momento no me alcanzaba para comprar la pintura, ya que todo el dinero que tenía se me había ido en comisión, deposito, pago del mes de alquiler por adelantado y la mudanza. ¿Por qué no lo he pintado en estos tres años y medio? Porque siempre hay algo que se interpone. Sea falta de tiempo, sea falta de plata, sea falta de ganas (cosa que últimamente me falta mucho) y L no es del tipo Handy man que te arregla todo. No, acá todos los agujeros con el taladro los he hecho yo. Todas las refacciones, incluso sacar el bidé del baño lo hice yo sola. Sé de electricidad, plomería y carpintería y he aplicado todos esos conocimientos para hacer este lugar habitable a medida que pasan los años, pero estoy cansada. Si. Estoy cansada de hacer todo eso yo sola y el departamento se cae a pedazos.


Esta mañana, así como casi todas las mañanas lo primero que vi al abrir los ojos fue la cornisa donde está la cortina de la habitación (que solo está sostenida a la pared de un lado y del otro está apoyada sobre la puertita que tapa el rollo de la cortina de madera de la ventana, porque el otro lado se salió y nunca se arregló por falta de ganas y tiempo) y cuando vi los agujeros en la pared que en su momento se abrieron para poner estantes flotantes y luego se sacaron porque no me gustó como quedaban y nunca se taparon más que con alguna postal linda, me deprimí aún más. Empecé a mirar cada detalle minúsculo del departamento que le falta alguna refacción como enduído o pintura o incluso la llave de paso del agua que está en el baño y que tenemos que mantener cerrada todo el día porque pierde de una manera exhorbitante y L no se esfuerza por tratar de arreglarla, mucho menos por llamar a un plomero y yo he hecho lo que he podido para frenar la pérdida, pero no hay caso. Todo eso me abrumó de una manera increíble, me puse a llorar y a pensar que no es el lugar donde quiero vivir. No es el lugar que yo soñé durante años. No. Es el lugar donde trabajo todo el día y hago malabares para encontrar algún espacio que esté medianamente prolijo y poder usarlo de fondo para algunas de las fotos. Y créanme, muchas veces he estado tentada a sacar la tarjeta de crédito e ir a comprar veinte litros de pintura y enduído y encargarme de una buena vez de cambiar absolutamente todo lo que no me gusta. ¿Pero adivinen que? En este momento hay otras prioridades económicamente hablando y tampoco tengo la salud que me gustaría tener, ni la fuerza que tenía hace diez años para hacer este tipo de makeovers de la noche a la mañana. Y se hace aún más difícil, cuando el pensamiento de mi pareja es "Este departamento no es propio, por lo tanto no gasto un peso, ni tiempo, ni energía en arreglarlo"


Bueno, después de varias horas de mal humor, de llorar por la frustración y de pensar y re pensar si agarraba la tarjeta de crédito y me iba a la pinturería, me propuse calmarme y tratar de encontrar cosas buenas en medio de todo lo malo y todo lo horrible que me parece que tiene el departamento ahora y aunque no lo crean lo logré. Pensé que si bien vivir en un lugar lindo, sin agujeros en las paredes, las cortinas bien colocadas y sin que pierda la llave de paso del agua, mejor dicho vivir en una casa de Pinterest sería algo genial y espectacular, hay muy poca gente que vive así. Y que esa gente que vive en esas casas "perfectas" tampoco es feliz de la manera que yo pretendía serlo. ¿Por qué? Porque si bien pueden tener el dinero para contratar un pintor, albañil y hasta un decorador, siempre va a haber algo que les haga falta. Sea tiempo, sea amor, salud, lo que sea. Siempre va a haber algo que no los deje ser felices 100% ¡Se los aseguro!


Habiendo caído en cuenta de esto, me sentí ¡tan estupida! No podía estar en semejante estado de angustia por cosas materiales. Por pelotudeces que se pueden solucionar con dinero y tiempo más adelante cuando las prioridades que tengo ahora desaparezcan. Me sentí mal por no ver las cosas lindas que tengo alrededor, por no ver que vivo en un barrio hermoso y seguro en una ciudad que amo, en un departamento que tiene una ubicación perfecta y que habitan los tres seres que mas amo en este mundo, L y mis dos gatas y que acá adentro trabajo todos los días de algo que me gusta y me apasiona y lo puedo hacer sin salir a la calle ¡No estaba viendo el bright side! No estaba viendo el vaso medio lleno. No, estaba sumida en ver todo lo malo y eso además de opacar las cosas buenas que tiene el departamento, también me estaba opacando a mí y a todas las cosas geniales que he logrado hacer a lo largo de mi vida. Estaba opacando mi relación con L y todo lo que hemos construido (hablando en términos no materiales) y me acordé de mi felicidad hace cuatro años cuando me mudé, porque no me importó que el departamento no estuviese recién pintado, ni que los azulejos del baño y de la cocina fuesen viejos. No. Lo único importante en ese momento era que después de seis años de lucha ¡por fin lograba alquilar un departamento en Buenos Aires! Si, en esta ciudad donde quería vivir desde que tenía doce años y era una niña en Colombia que soñaba con estar acá cuando escuchaba a Charlie García o a Fito Páez y moría por conocer la ciudad, por entrar a la facultad y después trabajar de algo que me apasionara.


Así que me sequé las lagrimas de tristeza y frustración y agradecí todo lo que tengo y lo que he logrado en estos 29 años, que no ha sido poco. Y además me propuse un desafío que quiero proponérselos también a ustedes y es: Hacer lo que podemos con lo que tenemos. Sin quejas, sin peros, sin excusas. Tan simple como eso y aplicarlo en todos los ámbitos de la vida. Material, emocional, espiritual. Todo. Yo ya empecé a aplicarlo y me propuse arreglar todo lo que pueda en el departamento sin gastar un peso. Sean agujeros, sea la cortina que está chueca, sea la llave de paso del agua, lo que sea. Me las ingeniaré para usar lo que tengo y arreglarlo. Y así lo haré hasta que tenga el tiempo y el dinero (o hasta que alguna pintureria me sponsorée) para comprar los veinte litros de pintura y pueda darle una lavada de cara a este lugar.


Obviamente iré compartiendo el proceso con ustedes y subiré las fotos a Instagram con el hashtag #desafiodiyemprende y me gustaría mucho si ustedes aceptan el desafío que también suban las fotos con ese hashtag, así yo me entero y entre todos nos ayudamos para cumplirlo. Cualquier situación, no solamente en cuanto arreglos se refiere ¡Aplicar el desafío en la vida misma!



¿Aceptan el desafío?



Diana.






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